Mauricio Zúñiga cuida a su hijo desde que tiene seis años. Juntos vencieron la insuficiencia renal que estuvo a punto de quitarle la vida.
Desde que se convirtió en papá a los 17 años, Mauricio Zúñiga intentó romper el molde del padre tradicional.
El nacimiento de su hijo Haidar llegó cuando ni siquiera había terminado el colegio. Este repentino suceso, lo obligó a aplazar sus estudios universitarios para trabajar y solventar las necesidades y gastos que un bebé requiere.
Al ser un padre joven, los problemas y desacuerdos con la madre de su hijo no tardaron en llegar.
La falta de dinero se convirtió en la excusa para que Mauricio no pueda compartir tiempo y momentos con su hijo.
Pero este padre no se imaginó que los momentos más difíciles estarían por llegar.
En 2013, cuando Haidar cumplió siete años y él llegaba a los 25, se enteró que padecía insuficiencia renal.
Sentado en la sala de su vivienda, ubicada en el sur de Quito, Mauricio recuerda que “fueron momentos muy difíciles porque tenía la responsabilidad de criar a mi hijo con una enfermedad que poco a poco me quitaba la vida”.
En pocos meses, la enfermedad avanzó de forma tan violenta que su médico le dijo que debía someterse a hemodiálisis si quería seguir viviendo.
“Entré en una depresión fuerte. No quería saber nada de la vida. Ahora entiendo que inconscientemente mi hijo fue la razón para seguir viviendo”, dice Mauricio.
Mientras se alista para salir al trabajo, dice que sus padres y amigos se convirtieron en el pilar de su vida.
“Yo pasaba conectado a la máquina cuatro horas diarias durante tres días a la semana. Mi hijo pasaba con amigos o con mis papás”, señala al ver una de las pocas imágenes que tiene con su hijo.
}Mauricio no imagina qué hubiera sido de él y de Haidar sin el apoyo de sus seres queridos.
“Mi hijo me salvó la vida”
Los momentos más difíciles de Mauricio junto a su hijo tienen una culpable: la insuficiencia renal.
Esta enfermedad cambió todo lo que Mauricio tenía pensando para Haidar. Las salidas al parque cambiaron por visitas al médico. Los viajes fueron reemplazados por emergencias en los hospitales. Y los campamentos infantiles, por horas en un centro de diálisis.
Mauricio relata que en medio de esos abruptos cambios estuvo a punto de morir.
Mientras dormía en su habitación tras una intervención quirúrgica en el cuello, empezó a sangrar por la herida.
Inconsciente en la cama, Mauricio alcanzó a escuchar los gritos de su hijo, quien en ese momento tenía 12 años.
“Le dije que tome las llaves del carro para ir a emergencias. Yo utilicé las piernas en los pedales y él se encargo de los cambios y del volante porque con las manos me presionaba el cuello para no perder más sangre”, cuenta.
Desde ese día, Haidar se convirtió en su enfermero. Lo atendía cuando regresaba de las hemodiálisis, le ayudaba en las noches en las que no podía dormir por los dolores que deja la hemodiálisis y, hasta ahora, le recuerda los medicamentos que debe tomar.
Pese a que Mauricio dejó las hemodiálisis en 2019 gracias a un trasplante, el desarrollo normal de su vida está condicionada a los inmunosupresores que debe tomar cada día y que el Estado casi nunca le entrega.
“Todo lo que soy es por mi papá”
Quienes conocen a Mauricio Zúñiga saben que era un excelente jugador de fútbol. Su talento lo llevó a jugar en el plantel profesional del Club Deportivo Espoli.
Sin embargo, la llegada de Haidar le impidió seguir la carrera de sus sueños. Aunque cuando el pequeño niño empezó a crecer, Mauricio creyó que él terminaría de cumplir el sueño pendiente.
Un deseo que se truncó cuando vio que en su hijo se despertó el amor por las bicicletas.
“Pensé que estaba ese gustó iba a terminar en el Ciclopaseo, pero me equivoqué”, admite Mauricio con orgullo.
Y es que Haidar se ha convertido en una de las principales promesas del ciclismo ecuatoriano.
A sus 17 años obtuvo el vicecampeonato juvenil en el Campeonato Nacional de Ruta, una de las competencias más importantes del país.
Ese logro lo llevó a España para ser observado por algunos de los mejores equipos de ese país.
Sus buenas actuaciones llamaron la atención del equipo Ciudad de Talavera, en el realizará una pasantía desde el 17 de junio.
“Si le va bien, se puede quedar en España en uno de sus equipos”, dice Mauricio, mientras Haidar se prepara para un nuevo entrenamiento.
Su habitación está llena de camisetas y números con los que ha participado en decenas de competencias en Ecuador, Colombia, Brasil y España.
“Mi padre ha sido un apoyo incondicional. Todo lo que soy se lo debo a mi papa”, dice Haidar.
Con una mirada cómplice se despiden sabiendo que seguirán juntos luchando por sus sueños.